Política y religión

Sección dedicada a los Católicos.

El documento firmado por Ratzinger y Juan Pablo II "Católicos en la vida política" es de suma importancia. A fin de no pecar, no se debiera ni opinar, ni votar, ni intervenir en política sin haberlo leído y comprendido:


¿Es objetivamente pecado mortal votar un candidato que despenalice el aborto o lo promueva como un derecho? SI:
http://www.ewtn.com/vote/brief_catechism.htm

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¿ES PECADO VOTAR POR BARACK OBAMA (u otro candidato "pro elección")?

Diácono Joey Carrion,
Parroquia Epiphany,
Miami, Florida

La declaración pública del presidente Obama apoyando el “matrimonio” entre personas del mismo sexo es el más reciente de una larga lista de ataques que él y su administración han hecho contra la religión, los asuntos de la vida humana y los valores tradicionales de la familia.

Su demagogia y agresivas acciones dirigidas a convencer al pueblo de que “Dios no importa” (usando las palabras del Arzobispo de Miami Thomas Wenski), no tienen precedente en la historia de nuestro país. No voy a entrar específicamente en todas aquí, pero, en general, éstas incluyen, entre otras, las acciones agresivas proaborto y pro investigación con células madre embrionarias, el reciente ataque a la libertad de religión, el nombramiento de dos jueces proaborto al Tribunal Supremo y, ahora, su respaldo inequívoco al llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo. 

Varias personas me han preguntado recientemente si es pecado votar por una persona como Obama que promueve políticas tan evidentemente contrarias a las enseñanzas católicas. Esta es una pregunta que debe contestarse con cuidado, porque la Iglesia siempre ha respetado el derecho del individuo a tomar decisiones que afectan su vida. No obstante, los católicos también tienen la obligación moral de formar sus conciencias responsablemente y de actuar de manera acorde con la enseñanza católica establecida.

Tal vez la mejor manera de contestar esta pregunta es decir algo acerca de “la conciencia” y explicar la diferencia entre “el pecado objetivo” y “el pecado personal”.

Nuestra cultura popular a menudo dice que la persona no nace ni “buena” ni “mala”; que son las circunstancias las que la hacen “buena” o “mala”. Ello NO es lo que la Iglesia enseña. La Iglesia enseña que, al ser creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano debe hacer el bien y evitar el mal. Esta orientación natural de hacer el bien está tan arraigada en nosotros, que hasta los niños pequeños que ven los muñequitos pueden ver la imagen de “un ángel bueno” discutiendo con un “ángel malo” y saber exactamente lo que significa.

El problema radica en que, como vivimos en un mundo afectado por el pecado original, la capacidad de nuestra conciencia de reconocer lo que es bueno a menudo se confunde con los errores de nuestra cultura secular. No es inusual, por ejemplo, que las personas que quieren hacer el bien tomen decisiones moralmente malas.

¿Cómo es posible que ello ocurra? Tener buenas intenciones de por sí no garantiza una decisión moral buena. En su entrevista, el presidente Obama dijo que el criterio que guió su decisión de apoyar el “matrimonio” entre personas del mismo sexo, fue su deseo de tratar a todas las personas con respeto. Esa es una posición que suena muy noble, pero no tiene una raíz moral. Es cierto que debemos tratar a todas las personas con respeto. Pero ser respetuoso no es suficiente.  Además, debemos estar arraigados en la verdad.

En su reciente visita a Cuba, Su Santidad Benedicto XVI demostró cierto nivel de respeto hacia Raúl Castro como jefe de esa nación, pero eso no le impidió señalar el fracaso del comunismo y pedir reformas. Como dijera Juan Pablo II, el hecho de que debemos respetar a otros NO quiere decir que todas las religiones, todas las opiniones y todos los puntos de vista son igualmente válidos. Cualquiera puede tener una opinión, pero no todos tienen la verdad. Lo que hace diferente a los católicos es precisamente el hecho de que nuestras acciones se basan no en opiniones sino en la fe en Nuestro Señor Jesucristo, que ES el camino, la VERDAD y la VIDA. Eso es lo que nos da la certeza de saber que nuestros juicios morales son válidos y no solamente unas opiniones entre muchas. Mientras permanezcamos como “ramas en la vid”, siempre que alineemos nuestros juicios morales con la mente y el corazón de la Iglesia, simplemente no podemos estar equivocados.

Habiendo dicho eso, permítanme decir algo acerca del “pecado”. Todos hemos oído hablar del pecado venial y del pecado mortal (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 1861-1862). Pero la Iglesia también hace una distinción entre el pecado objetivo y el pecado personal. El pecado objetivo es una acción intrínsecamente mala, es decir, siempre es mala, no importan las circunstancias ni los motivos. Pero para que un pecado objetivo sea también personalmente pecaminoso, la persona que comete el pecado tiene que tener el conocimiento de que la acción es verdaderamente pecaminosa y aún así tener la intención de realizarla. En nuestro caso, la mayoría hemos recibido suficiente instrucción religiosa para saber la diferencia entre el bien y el mal y una conciencia imperfecta no nos excusa de nuestros pecados, especialmente cuando éstos se deben a la pereza, la negligencia, o al rechazo intencional de la Verdad.

Sin embargo, podría haber ciertas circunstancias donde la persona que comete acciones que son objetivamente pecaminosas está ajena a las consecuencias morales de su acción, como cuando dos personas sin formación religiosa consideran que “vivir juntos” no es más que una mera convención social en lugar de una cuestión moral, es decir, una ofensa contra el matrimonio y el sexto mandamiento. El acto sigue siendo objetivamente pecaminoso, pero podría no ser personalmente pecaminoso, si esas personas de verdad no tienen manera de conocer la Verdad ni se les ocurre buscarla.

El Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa en esta forma: “Si, por el contrario, la ignorancia (de conciencia) es invencible o el juicio erróneo sin responsabilidad del sujeto moral, el mal cometido por la persona no puede serle imputado. Pero no deja de ser un mal, una privación, un desorden. Por lo tanto, es preciso trabajar para corregir la conciencia moral de sus errores” (Catecismo, no. 1793).

Teniendo todo esto en mente, consideremos la pregunta original: ¿Es pecado votar por Barack Obama?
Hablando objetivamente, la respuesta es “Sí”. Muchas de las acciones tomadas por Obama, así como las que seguramente tomará si es re-electo, son intrínsecamente malas y todas las personas de fe deben oponerse a ellas, especialmente si hay una alternativa que, aunque no sea perfecta, claramente es menos ofensiva que la que Obama propone. 

Si apoyar con el voto a Obama es personalmente pecaminoso para usted, no debo ser yo quien decida. Eso es algo que usted mismo tiene que contestar. De lo que sí puede estar seguro es que llegará un día en que tengamos que comparecer ante Nuestro Señor en el Juicio Final para dar cuenta de nuestras vidas, incluyendo lo que hicimos o dejamos de hacer para proclamar el Reino de Dios en la tierra. Cuando eso ocurra, todos nosotros los que somos católicos no podremos decir que “simplemente no lo sabíamos” o “no entendíamos las consecuencias de nuestras acciones”.

Lo que no podemos olvidar jamás en esta discusión es que, aun en casos en que una persona pueda estar personalmente dispensada de culpa por una “ignorancia invencible”, el mal permanece: los abortos continuarán, Roe v. Wade (la ley proaborto) continuará siendo la “ley de la nación”, el asalto a las familias se intensificará, los ataques a la Iglesia y la libertad religiosa serán más audaces y la mentira de que “Dios no importa” continuará siendo proclamada. Por eso es que votar por Obama es objetivamente pecaminoso.

El Evangelio dice que se exigirá más a los que se les ha dado más. Como católicos, hemos recibido el don de la fe y el acceso a la luz del Espíritu Santo a través del ministerio de la Iglesia. Les aliento a usar esos dones con sabiduría, especialmente al considerar las opciones que afectarán a esta nación durante los próximos cuatro años.

Fuente: Vida Humana Internacional

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